El último sólo de Lee Morgan se apaga en una nota afilada y vibratil. Suave aroma a blues y a funk. Retrocede unos pasos, con la cabeza gacha, el pelo cortado a cero envuelto en una ligera nube de vapor. Aplausos y ruido de cristales. Esta noche, el calor en el Slugh`s es sofocante.
"The sidewinder": ha interpretado este tema un millón de veces, una secuencia de acordes que le persigue como una brillante pesadilla desde 1963, nueve años atras: su jazz hit para el sello Blue Note. Nada ha vuelto a ser igual desde entonces. Lo mejor y lo peor de su carrera musical, el éxito al que cualquier otra de sus composiciones se compara y no supera.
Saca un pañuelo de su pulcra americana negra y se enguaja el sudor de la cara. El piano recorre escalas de blues en stacatto. Frota la boquilla de la trompeta mientras pasea la lengua por el interior de sus labios agrietados.
Lee no ha cumplido aun 34 años y ya es considerado la máxima trompeta del hard bop, el nuevo Clifford Brown de Manhattan. Ha tocado con Art Blakey, con Dizzy, los mejores. Sus canciones se han escuchado en todas las emisoras de jazz de New York, con las intermitencias dictadas por la heroína, las rupturas afectivas, los bajones compositivos.
El humo crea una masa compacta a la altura de sus irritados ojos. Espera no volver a ver en mucho tiempo a la zorra de Helen. Le ha jodido la noche con su numerito de celos en la barra del local. El bourbon le ha tranquilizado, forrando de terciopelo sus venas.
Una mujer se acerca por un lado del escenario.
Lee procura atender la inprovisación del pianista; la mano derecha parece débil, como la mandíbula quebradiza de un viejo boxeador.
Una sombra entre el humo. El rostro oscuro y encerado , como una máscara primitiva, le resulta vagamente familiar. Por un momento cree reconocer el gesto crispado de la mujer, pero ya es demasiado tarde. En su mano derecha porta un revolver brillante como los pistones de una corneta.
Lee da un paso adelante, arrancan los compases con los que el quinteto cerrará el tema. Se lleva la boquilla a los labios sin apartar los ojos del cañón de la pistola. La música desaparece.
Una única nota del calibre 32 le ha atravesado las cavidades del corazón, una única nota precisa y densa como el plomo.
"The sidewinder": ha interpretado este tema un millón de veces, una secuencia de acordes que le persigue como una brillante pesadilla desde 1963, nueve años atras: su jazz hit para el sello Blue Note. Nada ha vuelto a ser igual desde entonces. Lo mejor y lo peor de su carrera musical, el éxito al que cualquier otra de sus composiciones se compara y no supera.
Saca un pañuelo de su pulcra americana negra y se enguaja el sudor de la cara. El piano recorre escalas de blues en stacatto. Frota la boquilla de la trompeta mientras pasea la lengua por el interior de sus labios agrietados.
Lee no ha cumplido aun 34 años y ya es considerado la máxima trompeta del hard bop, el nuevo Clifford Brown de Manhattan. Ha tocado con Art Blakey, con Dizzy, los mejores. Sus canciones se han escuchado en todas las emisoras de jazz de New York, con las intermitencias dictadas por la heroína, las rupturas afectivas, los bajones compositivos.
El humo crea una masa compacta a la altura de sus irritados ojos. Espera no volver a ver en mucho tiempo a la zorra de Helen. Le ha jodido la noche con su numerito de celos en la barra del local. El bourbon le ha tranquilizado, forrando de terciopelo sus venas.
Una mujer se acerca por un lado del escenario.
Lee procura atender la inprovisación del pianista; la mano derecha parece débil, como la mandíbula quebradiza de un viejo boxeador.
Una sombra entre el humo. El rostro oscuro y encerado , como una máscara primitiva, le resulta vagamente familiar. Por un momento cree reconocer el gesto crispado de la mujer, pero ya es demasiado tarde. En su mano derecha porta un revolver brillante como los pistones de una corneta.
Lee da un paso adelante, arrancan los compases con los que el quinteto cerrará el tema. Se lleva la boquilla a los labios sin apartar los ojos del cañón de la pistola. La música desaparece.
Una única nota del calibre 32 le ha atravesado las cavidades del corazón, una única nota precisa y densa como el plomo.
LEE MORGAN. Trompeta. Filadelfia 1938 - Nueva York 1972
Grande, psiquiatra. Todo. Qué densidad. la negritud del texto, la foto de Lee, hasta el fondo de pantalla. Cuando he leído lo del borubon terciopelando sus venas me he emocionado. No te adulo. Gracias por esta pequeña obrita maestra. Me has alegrado el día
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